“El que pierda la vida por causa mía y por aceptar el evangelio, la salvará ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?” (Mar. 8:35,36).
¡SALTA! By:Patricia Navarro
Es el mediodía del 10 de abril de 1912. El “Ticanic” está zarpando de Southampton, Inglaterra, con 2.227 pasajeros a bordo.
Son las 9 de la mañana del 14 de abril de 1912. Un buque informa al “Titanic” de que hay icebergs en la zona. La tripulación no tiene en cuenta el aviso y continúa navegando a la misma velocidad que llevaba. Esa tarde, cuatro barcos más avisan de nuevo al “Titanic” de la presencia de icebergs. Pero nadie hace nada.
Son las 10:55 de la noche del mismo 14 de abril. El “Titanic” recibe un nuevo aviso, pero su operador de radio responde: “No nos molesten más”.
Son las 11:40 de esa misma noche. El vigía del “Titanic” avista un iceberg. Demasiado tarde. Hizo sonar la campana tres veces y llamó inmediatamente al puente de mando, pero el barco chocó contra el iceberg y recibió daños irreparables. Diez minutos después, el agua había invadido los primeros cinco compartimentos del barco. Ya se estaba inundando la sala de calderas.
Son las 12:10 de la madrugada, y el agua está invadiendo los camarotes del Titanic. Los trabajadores del barco están lanzando bengalas pidiendo socorro, y se da la orden de comenzar a evacuar a los pasajeros. Ya todo el mundo sabe que muy pocos se salvarán. Cuando las mujeres y los niños están bajando hacia los botes salvavidas, y los que quedan dentro del barco saben que van a morir, la orquesta comienza a tocar.
Sus ocho músicos calman así la angustia de los pasajeros. Conteniendo sus propios nervios, la orquesta siguió tocando hasta el final, acompañando en sus últimos momentos a los pasajeros. Ninguno de los músicos sobrevivió, y la última pieza que ejecutaron fue el himno “Más cerca, oh Dios, de ti”. En aquel momento tan angustioso, aquella hermosa melodía, y su preciosa letra, ayudaron a calmar a muchos. Aquellos músicos llevaron un mensaje de salvación a quienes iban a perder su vida. Gracias a ellos, muchos abrieron su corazón al Salvador y murieron creyendo en el Señor.
Esos músicos increíbles nos enseñan que con nuestra vida podemos dar esperanza a quienes ya no la tienen.
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