“Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo 32:8).
Había una vez un inquieto gato que conquistó a uno de los hombres más poderosos del mundo. Estamos hablando de Socks, quien fue adoptado por la hija de Bill Clinton antes de que este asumiera la presidencia de los Estados Unidos, en 1993. Cuando los Clinton se instalaron en la Casa Blanca, el gato se convirtió en otro miembro más de la familia, y tuvo una gran presencia mediática. Incluso, se dice que el entonces presidente ¡tuvo que pedir a los paparazzi que dejaran en paz a su gato!
La feliz historia de Socks cambió cuando una enfermedad terminal lo llevó al descanso. Recibió todos los cuidados adecuados, pero murió el 20 de febrero de 2009 por problemas en la garganta, los riñones y la mandíbula. Cuando se informó del deceso, los usuarios de redes sociales decidieron rendirle tributo decretando la fecha como el Día Internacional del Gato.
Difícilmente navegues por las redes sociales sin ver fotos de un gato. Son bastante populares en Internet, y no entiendo la razón. Según un censo realizado en Estados Unidos en 2012, existen alrededor de 95 millones de gatos en los hogares como mascotas. Esta cifra cobra más relevancia ante la cantidad de perros como mascotas: ¡solo 83 millones!
Lo confieso: no me gustan los gatos; definitivamente, no tendría uno como mascota. No comprendo ese altanero desprecio por el afecto, esa orgullosa independencia de su amo y esa imperturbable frialdad ante el cariño. Lo que más me perturba de ellos es que son indescifrables: los miro y no los entiendo. Nunca sé si están enojados o alegres, si están tristes o felices.
Tal vez, así nos sucede con las cosas que nos ocurren en este mundo. Y con las de Dios. Aunque no entendamos, la promesa bíblica es que Dios nos cuidará y nos guiará, más allá de nuestra incomprensión. Siempre que veo un gato recuerdo que Dios fija sus ojos en mí y que puedo estar tranquilo, sin nada que temer.
Hoy puede ser un día histórico; día de aprendizaje de fe, y de descanso absoluto en los planes y los propósitos divinos.
“Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre desaparezca, y no haya ningún riesgo de fracaso o derrota, no obedecerán nunca. La incredulidad nos susurra: ‘Esperemos que se quiten los obstáculos y podamos ver claramente nuestro camino’; pero la fe nos impele valientemente a avanzar esperándolo todo y creyéndolo todo” (Elena de White, Patriarcas y profetas, p. 285). PA
By:Pablo Ale – Marcos Blanco
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