febrero 22, 2017

No elegimos nuestros genes, ¡SALTA! | Matutina para Menores

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“Pongo al cielo ya la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes” (Deut. 30:19).

Hay cosas que podemos elegir todos los días, mientras que otras no podemos elegirlas nunca; simplemente son como son y hemos de aceptarlas y aprender a quererlas. Por ejemplo, podemos elegir de qué color ponernos la chaqueta hoy, pero no el color del pelo con el que hemos nacido. Podemos elegir llevar un pantalón largo o uno corto, una camisa de manga larga o una de manga corta, pero no podemos elegir si somos altos o bajitos. Podemos elegir qué cereales nos gustan más, qué programa de televisión queremos ver o quiénes serán nuestros amigos, pero no podemos elegir a nuestros padres ni a nuestros hermanitos.
Hace muchos años, un científico llamado Mendel fue el primero en hablar de los genes. Explicó que estos eran los responsables porque una generación -nuestros padres- transmitieran sus características a las siguientes generaciones -hijos, nietos-. Así que, la razón por la que no podemos elegir nuestras características físicas -como si tendremos cabello rizado o lacio-, sino que las heredamos de nuestros padres, son los genes.
Por lo tanto, hay una cosa que está clara: tenemos que confiar en que Jesús nos ha dado los papás que más nos convienen, y quererlos mucho. También tenemos que gustarnos tales como somos, cuando nos miramos al espejo. Hay otra gente más alta o que nos parece más linda que nosotros, pero eso no es así. Somos todos lindos, lo que pasa es que somos todos diferentes. Pero “diferente” no quiere decir más feo ni peor. Y como no podemos elegir cómo somos físicamente, debemos saber estar contentos con nuestro aspecto.
Lo que sí podemos elegir, es donde está lo importante. Ya hemos dicho algunas de las cosas que tenemos que elegir todos los días, y esas son las que van formando nuestro carácter, nuestros gustos, nuestra conducta. ¿Cómo estar seguros de que elegimos bien? Solo hay una manera: pidiendo a Jesús que nos dé sabiduría para elegir siempre lo correcto. Jesús quiere que nuestras elecciones se basen sobre lo que él mismo elegiría, si estuviera en nuestro lugar.

By:Patricia Navarro

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