«De su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia». Juan 1: 16
DE VUELTA AL HOGAR, By:Elena G. de White
DESDE QUE JESÚS vino a morar con nosotros, sabemos que Dios conoce nuestras luchas y se solidariza con nuestros pesares. Cada ser humano puede comprender que nuestro Creador es el amigo de los pecadores. Porque en toda manifestación de la gracia, toda promesa de gozo, todo acto de amor, todo llamado divino presentado en la vida del Salvador en la tierra, vemos a «Dios con nosotros» (Mat. 1: 23).
Satanás representa la divina ley de amor como una ley de egoísmo. Declara que nos es imposible obedecer sus preceptos. Acusa al Creador de ser responsable de la caída de nuestros primeros padres, con toda la miseria que ello ha provocado, e induce a los seres humanos a considerar a Dios como autor del pecado, del sufrimiento y de la muerte. Jesús vino a desenmascarar este engaño. Como uno de nosotros, vino a dar un ejemplo de obediencia.
Para esto tomó sobre sí nuestra naturaleza, y pasó por nuestras vicisitudes. «Por lo cual convenía que en todo fuera semejado a sus hermanos» (Heb. 2: 17). Si tuviésemos que soportar algo que Jesús no soportó, Satanás diría que en este aspecto el poder de Dios no es suficiente para nosotros. Por lo tanto, Jesús fue «tentado en todo, según nuestra semejanza» (Heb. 4: 15). Soportó todas las tentaciones que nosotros soportamos. Y no utilizó en su beneficio ningún poder que no nos sea ofrecido generosamente.
Como hombre, hizo frente a la tentación, y venció con la fuerza que Dios le daba. Él dice: «Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío; tu ley está dentro de mi corazón» (Sal. 40: 8, NBLH). Mientras andaba haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por Satanás, mostró claramente a los seres humanos el carácter de la ley de Dios y la naturaleza de su servicio. Su vida testifica que para nosotros también es posible obedecer la ley de Dios.
Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divinidad, se asía del trono de Dios. Como Hijo del hombre, nos dio un ejemplo de obediencia; como Hijo de Dios, nos imparte poder para obedecer.
Fue Cristo quien habló a Moisés desde la zarza del monte Horeb diciendo: «Yo Soy el que Soy» (Éxo. 3:14) […].Y a nosotros nos dice: «Yo Soy el buen pastor». «Yo Soy el pan vivo». «Yo Soy el camino, y la verdad, y la vida». «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra» (Juan 10: 11; 6: 51; 14: 6; Mat. 28: 18). «Yo Soy la seguridad de toda promesa». «Yo Soy; no tengas miedo». «Dios con nosotros» es la seguridad de nuestra liberación del pecado, la garantía de nuestro poder para obedecer la ley del cielo.— El Deseado de todas las gentes, cap. 1, pp. 15-16.
Imagen By: Aracelis Burgos
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