«Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “¡Consumado es!”. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu». Juan 19: 30
JESÚS, EL REGALO DE DIOS
CON FIERAS TENTACIONES, Satanás torturaba el corazón de Jesús. El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba. La esperanza no le presentaba su salida del sepulcro como vencedor ni le hablaba de la aceptación de su sacrificio por el Padre. Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultara eterna. Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como sustituto del ser humano, fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón. […]
Dios y sus santos ángeles estaban al lado de la cruz. El Padre estaba con su Hijo. Sin embargo, su presencia no se reveló. Si su gloria hubiese fulgurado de la nube, habría quedado destruido todo espectador humano. En aquella hora terrible la presencia del Padre no consoló a Cristo […].
El grito: «Consumado es», tuvo profundo significado para los ángeles y los mundos que no habían caído. La gran obra de la redención se realizó tanto para ellos como para nosotros. Ellos comparten con nosotros los frutos de la victoria de Cristo.
Antes de la muerte de Cristo, el carácter de Satanás no se había revelado claramente a los ángeles ni a los mundos que no habían caído. El gran apóstata se había presentado de forma tan engañosa que aun los seres santos no habían comprendido sus principios. No habían percibido claramente la naturaleza de su rebelión. […]
El concilio celestial había decidido que se le debía dar a Satanás tiempo para que desarrollara los principios que constituían el fundamento de su sistema de gobierno. Él había declarado que eran superiores a los principios de Dios. Se dio tiempo al desarrollo de los principios de Satanás, a fin de que todo el universo pudiese verlos. […]
Bien podían, pues, los ángeles regocijarse al mirar la cruz del Salvador; porque aunque no lo comprendiesen entonces todo, sabían que la destrucción del pecado y de Satanás estaba asegurada para siempre, como también la redención del ser humano, y el universo quedaría seguro por toda la eternidad.— El Deseado de todas las gentes, caps. 78, 79, pp. 713-714, 719-726.
By:Elena G. de White
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