Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas
Eclesiastés 10:1
Cómo conocí a uno de mis mejores amigos fue realmente singular. Mi familia y yo nos habíamos mudado recientemente al Estado de Michigan, en Estados Unidos, donde yo realizaría estudios de posgrado. Un sábado nos invitó una familia de nuestra iglesia a comer a su casa.
Mi cuñada había llegado el día anterior con regalos para los niños, entre ellos uno muy interesante: una lupa que había comprado en Miami por un dólar en una tienda Family Dollar, una cadena nacional de establecimientos bastante comunes en dicho país. Mi hijo, entonces de cinco años, tomó la lupa y se fue a explorar rocas, árboles, caracoles, hojas y otros tesoros en el jardín de la casa. No mucho tiempo después regresó con el rostro lleno de lágrimas y una historia de agravios:
-¡Mamá! Un señor me regañó y me quitó mi lupa.
Mi esposa le preguntó cuál era la razón. Mi hijo le explicó que el señor decía que la lupa era de su hijo.
A ese caballero, mi futuro amigo, lo habían invitado a comer a casa de unos amigos que eran vecinos de quienes nos habían invitado a nosotros. Mi esposa se dirigió a aquella casa armada con la convicción de que tenía la razón y le preguntó por qué le había quitado la lupa al niño. El señor le mostró la lupa y le dijo que su hermana se la había traído a su hijo desde California el día anterior. Mi esposa no cedió terreno. Le dijo que esa lupa la había traído su hermana el día anterior desde Miami, Florida. Finalmente, después de dialogar un poco, mi esposa recuperó la lupa, aunque todavía sin convencer al señor y a su hermana.
Horas después, cuando regresamos a nuestra casa, el caballero nos fue a buscar con una sonrisa sumisa para disculparse y nos mostró una lupa idéntica a la de nuestro hijo que ellos habían encontrado posteriormente. Su hermana la había comprado en un Family Dollar de California.
Así comenzó una amistad muy especial que continúa hasta hoy. De hecho, un mes antes de escribir esta meditación me hospedé en su casa, en Puerto Rico. ¿No te parece que habría sido muy triste que una lupa de un dólar hubiera impedido una amistad tan profunda?
No dejes que las cosas pequeñas entorpezcan lo que podría ser una amistad extraordinaria. No permitas que un pequeño pecado te separe de tu Padre celestial.
MATUTINA PARA JÓVENES ¿SABÍAS QUE…?
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