octubre 13, 2013

DOS LECCIONES VITALES | Matutina (A)

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Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con sacrificio.

Salmo 50:5.

Hay dos lecciones que aprender para que el alma sea purificada, ennoblecida y hecha idónea para las cortes celestiales: el sacrificio y el control propio. Algunos aprenden estas importantes lecciones con mayor facilidad que otros, porque son movidos por la disciplina sencilla, que el Señor les da con gentileza y amor.

Otros requieren la disciplina lenta del sufrimiento, para que el fuego refinador purifique sus corazones del orgullo y la dependencia propia, de la pasión terrenal y el amor a sí mismos, para que el oro puro del carácter aparezca y puedan llegar a ser victoriosos por la gracia de Cristo. El amor de Dios fortalecerá el alma, y por virtud de los méritos de la sangre de Cristo podremos permanecer incólumes dentro del fuego de la tentación y la prueba. Pero ningún otro ayudador puede aspirar a salvar sino Cristo, nuestra justicia, quien por nosotros es hecho sabiduría y santificación y redención.

La verdadera santificación no es ni más ni menos que amar a Dios de todo corazón, andar en sus mandamientos y ordenanzas sin culpa. La santificación no es una emoción, sino un principio nacido del cielo que subyuga todas las pasiones y los deseos al control del Espíritu de Dios; y esta obra es hecha por medio de nuestro Señor y Salvador.

La santificación espuria no glorifica a Dios, sino que conduce a los que la reclaman a exaltarse y glorificarse a sí mismos. Sea lo que fuere que experimentemos, ya sea que nos produzca alegría o tristeza, y que no refleje a Cristo ni lo señale a él como su autor… no es una experiencia cristiana genuina.

Cuando la gracia de Cristo es implantada en el alma por el Espíritu Santo, su poseedor se volverá humilde en espíritu y buscará la sociedad de aquellos cuya conversación gira en torno a temas celestiales. Entonces, el Espíritu tomará lo de Cristo y nos lo mostrará, y no glorificará al receptor sino al Dador. Por lo tanto, si usted tiene la paz sagrada de Cristo en su corazón, sus labios se llenarán de alabanza y acción de gracias a Dios.

El tema de sus pensamientos o conversación no será sus oraciones, el desempeño de sus deberes, su benevolencia, su negación propia, sino que magnificará a Aquel que se entregó a sí mismo por usted cuando todavía era un pecador. Usted dirá: “Me entrego a Jesús. He encontrado a Aquel de quien escribieron Moisés y los profetas en la Ley”. Al alabarlo, usted tendrá una bendición preciosa, y toda la alabanza y la gloria por lo que se logra gracias a sus esfuerzos serán devueltas a Dios —Signs of the Times, 19 de mayo de 1890.

MATUTINA PARA ADULTOS DESDE EL CORAZÓN

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