Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron los muros de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor.
Hebreos 11: 28-30.
Hace algunos años estuve de pie frente al Muro de las Lamentaciones en Jerusalén. El día era frío y lluvioso, todo estaba envuelto en una densa bruma y me pareció triste cuando observé, en la sección permitida a las damas, cómo varias mujeres cubiertas con túnicas negras lloraban mientras golpeaban sus frentes contra el muro, con las manos cruzadas sobre el pecho. Musitaban oraciones que únicamente ellas podían oír, y después de un largo tiempo, una a una abandonaban el lugar con los ojos enrojecidos y la mirada perdida. No sé si era una mirada de paz o de resignación.
Mujeres lejanas a nosotras, quizás por su entorno cultural y sus creencias, pero en el fondo mujeres iguales que tú y que yo, con profundas necesidades emocionales y espirituales, y que necesitan a un Dios poderoso que les dé socorro en momentos de angustia, y fortaleza para caminar hacia adelante hasta alcanzar la meta.
Al mirar y tocar ese muro, recordé la hermosa promesa del Señor, registrada en el libro del profeta Isaías: «Tus muros siempre los tengo presentes» (49:16). Entonces pensé: «¡Qué maravilla! ¡Yo no tengo que golpear mi cabeza contra mis muros, porque mi Señor va delante de ellos!».
Esta también es una gran noticia para ti. Dios promete ir delante de ti, derribando tus traumas, tus miedos, tus culpas, tus tristezas, tus complejos, todo lo que te impida llegar a ser la mujer que anhelas ser y que Dios desea que seas.
Recuerda esta otra promesa del Señor: «Marcharé al frente de ti, y allanaré las montañas; haré pedazos las puertas de bronce y cortaré los cerrojos de hierro. Te daré los tesoros de las tinieblas, y las riquezas guardadas en lugares secretos, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llama por tu nombre» (Isa. 45:2-3).
Si en nuestro paso por la vida caminamos sin Dios, nos enfrentaremos solas a nuestros «muros existenciales», y seguramente saldremos lastimadas; pero, aferradas a las promesas de Dios, saldremos coronadas de gloria. ¡Haz la prueba hoy, y lo descubrirás por ti misma!
[Matutina para la mujer “Aliento para cada día”]
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