septiembre 27, 2014

Enviados para servir | Matutina para Mujeres

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“[Los ángeles] ¿No son todos espíritus ministradores enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”
Hebreos 1:14.
La casita de María estaba ubicada en una zona desolada y, de alguna manera, peligrosa. Tenía paredes de ladrillo y una puerta bien asegurada. Aunque faltaba el contrapiso y los mosaicos, ¡qué feliz se sentía María en su casa! Había empezado a leer la Biblia y a asistir a los cultos cada semana, pero había un problema: su esposo no quería saber nada con la Iglesia Adventista, y menos aún que su esposa y sus hijos fueran a las reuniones en el templo.
Cada vez que María cargaba a su bebita y tomaba de la mano a su hijo Samuel para ir al culto, el esposo estallaba en cólera. Gritaba y la amenazaba.
Ese miércoles de noche se enfadó mucho y se puso a vociferar, diciéndole: –Si vas a ese culto, dormirás en la calle. Te voy a trancar la puerta. María, silenciosamente, caminó hacia la iglesia. Allí cantó, oró y escuchó atentamente la predicación. Su pequeño Samuel le decía:
–Mamá, vámonos, mi papá nos va a cerrar la puerta.
–Tranquilo, hijo, no va a pasar nada –contestaba muy serena María.
Al volver a casa, María metió la llave en la cerradura, dio una vuelta, pero la puerta no se abrió. En el interior, su esposo había cavado un hoyo en tierra y había atravesado una barra que aseguraba la puerta para que no se abriera. Samuel sollozaba:
–¿Ves, mamá? ¡Vamos a dormir en la calle!
–Tranquilo, hijo, vamos a orar. ¡Vamos, arrodíllate!
María acomodó a la bebita en su espalda y oró. Le pidió a Dios que abriese la puerta para que ella pudiera entrar con sus niños. Cuando terminaron la oración, se pusieron de pie y María volvió a meter la llave. La cerradura cedió y la puerta se abrió suavemente. Muy silenciosamente entraron y se acostaron.
Al día siguiente el esposo, confundido, preguntaba una y otra vez:
–¿Por dónde entraste, María?
–Por la puerta –respondía María.
–¡No puede ser, no puede ser! Mira, todavía tiene la tranca puesta.
–No lo sé, yo oré con Samuelito allí afuera y la puerta se abrió.
Atónito, no dejaba de exclamar:
–No entiendo cómo has podido entrar anoche, no lo entiendo.
María sí entendía. Ella estaba segura de que su ángel había abierto la puerta.
María, Perú
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER  Recopilado por: Pilar Calle de Henger
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