Una cosa es tener un casamiento. Otra cosa es que un rey tenga un casamiento. Y ser invitado a un casamiento celebrado por un rey para su propio hijo debió haber sido realmente un gran honor. Las imágenes de unas bodas aquí, específicamente del hijo, son una referencia obvia a la relación entre Jesús y su iglesia (Apoc. 21:2, 9; Efe. 5:21-23).
Lee Mateo 22:1 al 8. ¿Cuál es la relación de esta parte de la parábola con lo que vimos en el capítulo anterior? ¿Qué tema aparece aquí?
Nota, también, que el rey hizo todos los preparativos: arregló el casamiento, preparó la cena, hizo matar a los animales. De hecho, el mensaje era: “Todo está listo; vengan a las bodas”. Al final, todo lo que la gente debía hacer era aceptar lo que se le ofrecía.
Además, nota los factores que hicieron que la gente despreciara la invitación. Algunos no la tomaron en serio, no creyeron que era importante. Eso podría simbolizar a los que hoy no toman en serio las demandas de Dios, que por diversas razones no se abren a la verdad. Otros “se fueron”. Jesús dijo que el camino a la salvación es angosto (Mat. 7:14); la gente encuentra toda suerte de excusas para evitar y rechazar la invitación. Para otros, el atractivo fueron sencillamente las cosas materiales. Y, finalmente, mientras algunos simplemente ignoraron la invitación, otros hasta persiguieron a los que la daban. Cualquiera que haya sido la razón, todos quedaron afuera. Piensa, además, acerca de las palabras del rey, que dijo que los que habían rechazado la invitación “no eran dignos”. ¿Cómo entendemos esto, a la luz de la universalidad de todos los pecados humanos y su condición pecaminosa? ¿Hay alguno de nosotros que realmente sea digno de ser invitado a la fiesta del rey? Al final “ser digno”, en el sentido bíblico, proviene de lo que Cristo hace por nosotros; nuestra dignidad no está en nosotros mismos sino en lo que permitimos que Dios haga por nosotros y en nosotros.
De las razones que dieron los que rechazaron la invitación, ¿cuál encuentras más difícil de manejar en tu propia vida? ¿Qué promesas puedes reclamar que te permitirán resistirla?
Los que fueron a la fiesta
Después de que fueran rechazadas dos llamadas, el rey envió ahora otra: esta vez a “cuantos halléis” (Mat. 22:9), y ordenó a sus siervos que los invitaran a las bodas. Sin embargo, esta vez, la recepción fue diferente, porque, de acuerdo con el texto, ellos salieron y “juntaron a todos los que hallaron” (Mat. 22:10).
Lee el resto de la parábola (Mat. 22:9-14). ¿Quiénes vinieron a la fiesta de bodas? ¿Qué significa que fueron “juntamente malos y buenos”?
¿Notaste alguna vez que algunas de las personas más detestables, más mezquinas y más odiosas son profesos cristianos? ¿O que algunas de las personas más criticonas, hipócritas y malvadas son las que van a la iglesia, que reclaman las promesas de salvación y que profesan la certeza de la salvación?
Esto no es nada nuevo. ¿Cómo entendemos, por ejemplo, la fe de los Cruzados, tan dedicados al Señor Jesús que saquearon y despojaron a los que encontraban en su camino a la Tierra Santa? Un testigo ocular informó que “nuestras tropas hirvieron a adultos paganos en grandes vasijas. Empalaron a niños en palos agudos y los devoraron asados”. ¿Cómo pudieron esos horrores hacerse en el nombre de Jesús?
Es fácil (dices tú): Esta gente no eran cristianos reales. Pero ¿cómo lo sabes? ¿Cómo puedes juzgar sus corazones, qué se les enseñó, qué oportunidades tuvieron de saber mejor? ¿No podría ser que algunos más tarde se hayan arrepentido, reclamando las mismas promesas de perdón y gracia que nosotros reclamamos? ¿Qué dices acerca de los horrendos actos de quienes resultaron ser, al parecer, almas muy piadosas? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar los corazones?
No deberíamos juzgar, pero Dios lo hace, debería hacerlo y lo hará (Rom. 14:10; Heb. 10:30; Ecl. 12:14; Dan. 7:9, 10). Los Adventistas del Séptimo Día llamamos a esto el “juicio investigador”, y se revela en esta parábola.
Piensa en algunas de las cosas que han sido hechas por profesos cristianos a lo largo de la historia y, a veces, en el nombre de Jesús. ¿Cómo nos ayuda esta parábola a comprender la manera en que Dios los tratará con justicia.
Sin el vestido
¿Qué representa el vestido de bodas en la parábola? ¿Por qué el rechazo del vestido debe ser, literalmente, un asunto de vida o muerte eterna?
A menos que uno crea en “una vez salvo, siempre salvo”, ¿cuál es el problema con la idea de que Dios, en algún momento de la historia, en forma final y definitiva, separará el trigo de la cizaña (Mat. 13:24-30); los prudentes, de los insensatos (Mat. 25:1-13); los fieles, de los infieles (Mat. 25:14-30); y los que realmente están cubiertos por su justicia, de los que no lo están (Mat. 22:1-14)? ¿Los separará de entre los que han profesado seguirlo, especialmente cuando algunos de ellos hicieron y podrían todavía estar haciendo cosas horribles, tal vez aun en su nombre?
¿No habrá algún tipo de arreglo de cuentas, al final, entre los verdaderos y los falsos que reclaman las mismas promesas de salvación que nosotros siempre hacemos, especialmente en una religión cuya base es que eres salvo por lo que otro hizo por ti?
Piensa: si la salvación fuera puramente por nuestras obras, sería fácil; basta hacer la suma de todas ellas. Pueden alcanzar el nivel o no. Punto. Pero, en una fe donde la salvación descansa en los méritos de lo que algún otro ha hecho por nosotros, una fe en la cual la justicia necesaria para la salvación existe en otro fuera de nosotros, el problema llega a ser más sutil, más lleno de matices. Por eso, el juicio de Uno que nunca comete errores parecería más necesario aquí que en una religión en la que las obras son la norma.
Y ¿acerca de qué trata esta parábola? Dios separa lo verdadero de lo falso de entre los que han profesado seguirlo. Y ¿cuál es el factor decisivo? Es si ellos han sido revestidos con la maravillosa vestidura de justicia que Cristo ha ofrecido gratuitamente a todos.
Esta parábola hace una distinción importante entre ser miembro de una iglesia y ser un pecador salvado por la justicia de Cristo. Claramente no son lo mismo. Considera tu vida, tus actos, tus acciones, tus palabras, tus pensamientos, tus actitudes hacia amigos y enemigos. ¿Reflejan si estás vistiendo el manto de justicia o si eres alguien que solo ha venido a la fiesta?
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