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“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá”.
Mateo 7:7.
Ya había vuelto a Dios y lo había aceptado nuevamente en mi vida. En Semana Santa fui a una iglesia católica a comulgar, pero antes debía confesarme. No lo sentía como una necesidad pues ya me había reencontrado con Dios, sin embargo, así era la costumbre en la iglesia. Cuando el sacerdote me preguntó cuál era mi pecado, le dije que había negado a Dios y ahora había vuelto. Me preguntó: “¿Algo más?”, como si negar a Dios no fuera un pecado suficientemente grave.
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