“Escucha, oh Dios, mi oración, y no te escondas de mi súplica”.
Salmo 55:1.
Una pareja joven, después de dos años de matrimonio, decidió tener su primer hijo. Cuando la pequeña nació la llamaron Nathaly. Era el regalo más hermoso que Dios les había dado. Después de un tiempo, la pareja decidió trasladarse para que Antony estudiara Teología.
Como la mudanza no sería fácil, el abuelo llevó a Nathaly a pasar unos días en su casa. La madre de la niña se comunicaba con su hija, casi diariamente, para saber cómo estaba. Cuando la pequeña regresó a su casa, los padres se extrañaron de verla un poco más rellenita de lo que era, pero no le dieron importancia. Al final de ese mismo día Nathaly no podía tomar un vaso pues su mano temblaba. Trataron de descubrir si estaba nerviosa, pero la niña lo negó. Con el paso de los días, Nathaly empezó a temblar como una hoja al viento.
Aquella niña que antes había sido la alegría de todos, ahora no podía llevarse la comida a la boca, ni caminar, tropezaba constantemente. Sus padres empezaron a preocuparse. Muchas veces tuvieron que cargarla como a un bebé pues se podía caer. Fueron de hospital en hospital, le hicieron un sinnúmero de estudios, pero no descubrían la enfermedad. Ningún médico acertaba en el diagnóstico ni hablaba de recuperación.
Los padres depositaron toda su confianza en el Señor. Oraron mucho y recurrieron a pedir ayuda a una institución estatal. El neurólogo del hospital, hablando con Nathaly, que ya tenía seis años, vislumbró una posible razón para el problema: La separación de sus padres la había afectado tanto emocionalmente que había hecho estragos en su motricidad. Era una niña muy inteligente y receptiva a cualquier tipo de situaciones problemáticas.
Se hicieron cadenas de oración en varias iglesias del país por el restablecimiento de Nathaly, pues la familia era muy querida por la hermandad. Pronto se vieron los resultados: la pequeña comenzó a mejorar hasta superar el problema motriz. Hoy es una joven de 26 años, profesional, que tiene una mínima dificultad en la motricidad fina y un defecto casi imperceptible al caminar. Nuestro buen Dios está atento a la oración de sus hijos y no se esconde de sus súplicas.
Daniela Bedoya de López, Ecuador
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ECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com
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