La movilización de los elegidos
“Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: ‘Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca han oído de él, entenderán’”. Romanos 15:20, 21
ENTONCES, ¿QUÉ HAREMOS? ¿Cómo responderemos? En primer lugar, podemos rechazar el lenguaje denigrante y despectivo adoptado por algunos en Occidente. El epíteto “islamofascistas” degrada a todo un pueblo y una religión por culpa de una minoría radical. ¿Nos gustaría que alguien acuñara las palabras “cristofascistas” y “adventistofascis- tas”? Toda religión tiene su minoría fanática. Pero llamar satánica a una religión por los extremistas que la profesen no es precisamente una manifestación de la regla de oro cristiana.
En segundo lugar, hay una comunidad de fe en la tierra que está situada en una posición privilegiada para tender puentes entre el llamamiento final de Dios y las tres religiones monoteístas. Está perfectamente situada para alcanzar al cristianismo, porque esta comunidad de fe es el corazón del cristianismo recuperado en todas las verdades bíblicas. Está perfectamente situada para alcanzar al mundo judío, porque, según señalamos en agosto, esta comunidad de fe es esencialmente un judaismo que ha aceptado que Jesús es el Mesías.
Y está perfectamente situada para alcanzar al islam, porque, con los musulmanes, defiende el templo de Alá en el cuerpo, en el que no residirán ni la carne de cerdo ni el alcohol; con ellos, rehúsa inclinarse ante ídolos; con ellos, sirve a los pobres de la tierra en obras de misericordia; con ellos, ora a Dios con pasión por la mañana, al mediodía y por la noche; y con ellos reconoce el poderoso juicio final de Dios, después del cual regresará Jesús de Nazaret.
Los adventistas del séptimo día hemos sido suscitados por Dios para un tiempo como este. Y ahora más que nunca está claro que la misión divina incluye a nuestros vecinos, a nuestros colegas y a las comunidades de musulmanes que nos rodean.
En tercer lugar, empecemos a orar por las vastas regiones del islam que un día serán alumbradas con el poderoso haz de gloria divina de Apocalipsis 18:1. Algunos de los que lean estas palabras ahora mismo darán respuesta a nuestras propias oraciones, convirtiéndose en constructores de puentes transculturales para Dios en una comunidad musulmana en algún lugar del mundo. Otros proporcionaremos apoyo económico para organizaciones que busquen comunicar “el evangelio eterno” con poder y sensibilidad. La ambición de Pablo en el texto de hoy es audaz y está clara: ¡Debemos ser apasionados en la predicación del evangelio!
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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