La movilización de los elegidos
“Y añadió el ángel de Jehová: ‘Has concebido y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Ismael porque Jehová ha oído tu aflicción’ ”. Génesis 16:11
OCULTAS EN UN RELATO FAMILIAR hay tres sorpresas que puede que no hayas visto antes. Hubo una vez un hombre con una esposa muy hermosa. No tenían hogar, pero eran felices. Bueno, no es que carecieran por entero de hogar, aunque su hogar en este fértil pero desaprovechado trozo de tierra cananea distaba de ser como el próspero terreno que habían dejado tras de sí en Irak. Y tampoco eran del todo felices, porque la pareja no tenía hijos. Así que la esposa fraguó un plan. Su marido se casaría con la sierva egipcia que ella tenía, y el bebé que naciera sería su heredero. Y así lo hizo el marido, y la cosa fue a las mil maravillas. Hasta que los celos se impusieron y la furiosa esposa empezó a tratar a la criada de malos modos.
Pero la historia de Agar, la criada egipcia, no había hecho más que empezar, aunque cueste creerlo, dadas sus lágrimas junto a un manantial en el desierto. De repente ocurrió la primera de las tres sorpresas cuando “la encontró el ángel del Señor” (Gén. 16:7, NVI). Fíjate en que esta es la primera aparición del Ángel divino (“Yo Soy”) en las Escrituras. Se apareció a una criada egipcia. Y por si eso no bastara, le anunció rápidamente que tendría un hijo y que había de darle el nombre de Ismael, que significa “Dios oye”, porque, ciertamente, Dios había oído la oración de la joven madre. Sorpresa número dos: esta es la primera vez en los anales de la historia sagrada en que Dios decidió dar nombre a un bebé.
Y el primer bebé al que Dios dio nombre fue Ismael, el padre de los árabes. Y cuando el Ángel hubo concluido sus instrucciones, Agar respondió con gozo reverente. “Entonces dio Agar a Jehová, que hablaba con ella, el nombre de: ‘Tú eres el Dios que me ve’, porque dijo: ¿Acaso no he visto aquí al que me ve?’ ” (Gén. 16:13). Sorpresa número tres: esta es la primera vez que un ser humano del relato bíblico dio testimonio de haber visto a Dios.
Y era una esclava egipcia. Tres grandes cosas acaecidas por vez primera en las Sagradas Escrituras, y las tres tienen que ver con la madre de Ismael, el padre de los árabes.
¿Es todo coincidencia? ¿O plantó Dios intencionalmente las semillas del destino divino en la historia del nacimiento de Ismael y del pueblo árabe? ¿Podría ser, entonces, que en la hora oscura de la historia del Próximo Oriente el Dios de Abraham, que anhelaba reavivar su luz y su fe entre los hijos de Ismael, suscitara la voz terrena de Mahoma para llamar a sus hijos rebeldes a volver al Dios creador? Y si los hijos de Ismael son así de importantes para Dios, ¿no deberían serlo también para nosotros?
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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