¿Necesitamos a Dios? | Devoción Matutina para Jóvenes 2015

Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. Salmo 42:1, 2.

Un amigo y hermano en la fe, en una ocasión, viajaba en tren por cierta localidad de la Ciudad de Buenos Aires, cuando le llamó la atención un grafiti escrito en una pared. La inscripción decía: “Cristo es la respuesta”.

Debajo de ella, escrita con otro color de pintura en aerosol, había otra que rezaba: “Y ¿cuál es la pregunta?” Esta especie de lacónico diálogo anónimo entre dos personas de distinta forma de pensar revela el dilema en el que se encuentra mucha gente en la actualidad: ¿Es realmente relevante, hoy, la idea de Dios? ¿Es la religiosidad un artículo de primera necesidad, por así decirlo, o es algo pasado de moda, una reliquia de un pasado primitivo para la inteligencia y el espíritu humanos?

Y, lo que es más importante, pensar en Dios, procurar tener una vida verdaderamente religiosa, ¿es importante para ti? ¿Sientes necesidad de Dios o, en el caso de que seas religioso, lo eres solo por costumbre, porque así te educaron, porque tus relaciones y amistades pertenecen a una confesión religiosa, y te sumas a la inercia del grupo social?

En estas primeras reflexiones del año te invito a pensar seria y hondamente en tu propia necesidad de Dios. Porque, si Dios es un “artículo” del cual puedas prescindir -para ponerlo en los términos materialistas y utilitaristas de nuestra sociedad actual-, y tu vida puede seguir alegremente sin tomarlo en cuenta, nada de lo que digamos en el resto de este libro te importará.

Pero si sientes que tu mayor necesidad es tener la certeza de su existencia, su amor y su bondad, de su interés en tu vida y de su intervención en ella, entonces podremos hacer juntos un viaje de 365 días en el que vayamos descubriendo o redescubriendo el tesoro maravilloso que es Cristo y su mensaje del evangelio.

DEVOCIÓN MATUTINA JÓVENES 2015 EL TESORO ESCONDIDO

Un encuentro con Dios en tu juventud, Por: Pablo M. Claverie