Sédanos de amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría. [...] Que el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros.
Salmo 90:14, 17
Aunque todos los seres humanos somos hijos de Dios, muchos se consideran como seres insignificantes. Están convencidos de que no valen nada cuando se comparan a sí mismos con los demás, a quienes consideran superiores.
Este fue el sentir de los espías de Israel que fueron a inspeccionar la tierra de Canaán antes de que el pueblo pudiera tomar posesión de ella. Se vieron a sí mismos como saltamontes y consideraron a los habitantes de aquel territorio como seres de proporciones gigantescas. Esa actitud los incapacitó para la conquista, les restó poder y fueron derrotados antes de tiempo. Por ese motivo cayeron en el desánimo.
“La tierra que hemos explorado se traga a sus habitantes, y los hombres que allí vimos son enormes. [...] Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros” (Núm. 13:32-33).
Este tipo de actitud derrotista puede tener su origen en el concepto que tenemos de nuestra persona, y determinará en gran medida nuestra relación con Dios, con nosotras mismas y con los demás.
Cuando nos sentimos inferiores por causa de nuestro origen también ponemos en duda el poder creador de Dios, y nuestra fe sufre las consecuencias. Negamos asimismo nuestras capacidades y nos convertimos en personas inseguras y llenas de temores. Por si esto fuera poco, tal complejidad mental hará que nos convirtamos en descalificadores de los demás, fruto de la envidia, y que no sepamos valorar los logros ajenos y aprender las lecciones necesarias del ejemplo de las personas con quienes nos relacionamos.
Esta es una realidad que ninguna de nosotras debería vivir. Es necesario reconocer que, a pesar de la impureza y de otros lastres que podamos haber ido recogiendo a lo largo del camino de la vida, somos hijas de Dios, y él tiene poder para limpiarnos.
Una vez que hayamos realizado esto, se renovarán las expectativas que tenemos respecto a nosotras mismas; entonces podremos reconocer que hemos sido ricamente dotadas con dones, talentos y habilidades. Por supuesto, esa actitud nos permitirá establecer un ambiente social positivo en torno a nosotras, así como mejorar nuestras relaciones personales.
Amiga, esta mañana, antes de iniciar tus actividades, pide a Dios que te sacie con su amor para que puedas verte como lo que eres: una “princesa”, con todos los derechos que te concede el parentesco con el Rey de reyes y Señor de señores..
MATUTINA PARA LA MUJER “ALIENTO PARA CADA DÍA”
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