La misión de los elegidos
“El Espíritu le dijo a Felipe: ‘Acércate y júntate a ese carro’. Felipe se acercó de prisa al carro y, al oír que el hombre leía al profeta Isaías, le preguntó: ‘¿Acaso entiende usted lo que está leyendo?’ ” Hechos 8:29, 30, NVI
TOMANDO COMO PUNTO de referencia nuestro texto de hoy, he aquí el siguiente principio extraído de este conocido relato.
Principio 2. Ten disposición a cruzar el camino o la habitación. Hazlo como Felipe. Ponte cerca para entablar una conversación. Ponte a disposición de la persona que el Espíritu te ha señalado. No tienes ni idea de adonde irá todo ello, pero, si no vas, nunca lo sabrás.
Bill Hybels cuenta la historia de cómo un musulmán afroamericano llegó a conocer a Cristo por la acción de un desconocido en una actividad social una noche. Los dos se encontraban en el mismo recinto de ruidosa conversación, pero el musulmán, sintiéndose obviamente incómodo como minoría en el grupo, se mantenía apartado y un desconocido se fijó que estaba solo desde el otro lado de la sala.
“El Espíritu le hizo sentir tal compasión por el hombre que estaba de pie solo que se disculpó por salirse de su entorno, se dirigió al otro lado de la sala y se puso a andar en dirección a un lugar que llamo “zona de lo desconocido”. […] Había resuelto para sus adentros, probablemente orando con cada paso que daba, entrar en la zona [… ] a ver qué podía hacer Dios. (En mi opinión, Dios hace su mejor obra precisamente en esta zona)” (Just Walk Across the Room, p. 23).
Haz lo que hizo ese desconocido. Haz lo que hizo Felipe. Obedece las iniciativas del Espíritu y atraviesa la habitación o el camino (a veces puede parecer un largo paseo). Sal de tu zona de confort y entra en la zona de lo desconocido. Porque eso precisamente hizo nuestro Señor Jesús una vez hace mucho tiempo. Atravesando el universo, entró en la zona de lo desconocido de este planeta rebelde para salvar a personas como tú y yo.
Debemos estar dispuestos a hacer lo mismo: “La misma devoción, la misma abnegación, la misma sujeción a las declaraciones de la Palabra de Dios que se manifestaron en Cristo, deben verse en sus [testigos]. Dejó su hogar de seguridad y paz, dejó la gloria que él tenía con el Padre, dejó su puesto en el trono del universo. Salió […] solo, para sembrar con lágrimas, para verter su sangre, la simiente de vida para el mundo perdido. De igual manera han de salir sus [testigos] a sembrar” (Review and Herald, 23 de noviembre de 1905). Igual que Felipe. Igual que Jesús.
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
0 comentarios:
Publicar un comentario