El amor de los elegidos
“No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá”. Mateo 7:1, 2
TENER DOS DELANTALES de carpintero colgados de la pared del garaje no te convierte en carpintero, ¡según podrán atestiguarte mi esposa y mis hijos! Pero sé justo lo suficiente de carpintería como para darme cuenta de que puede enseñarnos una ley invariable sobre la naturaleza humana; una ley que, si llegamos a entenderla y a vivirla, cambiará para siempre la manera en que nos tratamos mutuamente en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en el juego. De hecho, si comprendes bien esta ley, no volverás a ser la misma persona.
Todo carpintero sabe aserrar madera. Y con independencia de que tú hayas aserrado una pieza alguna vez o no, sabes que cuando los dientes de hierro de la sierra cortan la madera, caen al suelo partículas diminutas de madera residual; serrín. Entonces, pregúntate: ¿Qué preferirías que se te clavase en el ojo, esa partícula diminuta de serrín… o toda la tabla?
Hubo una vez un Carpintero que declaró que ¡la respuesta es pan comido! “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo?” (Mat. 7:3, 4). Ahí tienes esa gran ley de la naturaleza humana: lo que criticas en los demás es invariablemente verdad sobre ti. Que la motita de aserrín que ves en la vida de otro, si la verdad se supiera (como Dios la sabe), ¡ocurre que es un tablón en tu propia vida!
No es de extrañar que Jesús inicie esta enseñanza con las palabras de nuestro texto de hoy: “No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque […] con la medida con que medís se os medirá”. Porque en el momento que abro la boca para señalar tus faltas y tus debilidades, ¡también las estoy identificando de forma inconfundible y muy poco sutil como mías! Verás, la medida o la destreza con la que te critico han sido enormemente potenciadas por mi propia experiencia personal con esos mismos pecados y debilidades.
¿Por qué crees que soy tan rápido para notarlos en ti? Por la misma razón que una vez que conduces un Ford Taurus ves de repente ese tipo de automóvil por doquier. Todos conocemos las historias de predicadores televisivos que han clamado contra los pecados de otros solo para que, tiempo después, la prensa acabara descubriendo los mismos pecados en ellos. Pero no seamos demasiado duros con ellos. Lo cierto es que todos criticamos en los demás lo que se da en nosotros mismos. Por eso el Carpintero insistió tanto: ¡No juzguen!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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