El amor de los elegidos
“Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y condenar; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?” Santiago 4:12
AL VIVIR EN UNA COMUNIDAD académica, me doy cuenta de que la savia de las instituciones educativas es la “crítica”. Hay ramas enteras del saber basadas en la crítica: crítica literaria, crítica historia, alta y baja crítica, etcétera.
Por eso tenemos universidades, para poder desarrollar la agudeza mental del estudiante a fin de que plantee retos a teorías, critique ideas, escudriñe la evidencia y critique conclusiones. Debemos aprender a “pensar críticamente” para no tragarnos nociones o afirmaciones que distan de ser verdad. Después de todo, nuestro Creador diseñó nuestra mente para que eligiésemos con raciocinio meticuloso nuestra senda en la vida.
En su Sermón del Monte, Jesús no rechaza el pensamiento crítico, pero si condena la actitud crítica. “¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mat. 7:5). Hypocrites, palabra griega traducida “hipócrita”, es un término que designa al actor en un escenario del teatro griego -alguien que finge ser lo que no es-, una persona que lleva una máscara y hace que la audiencia se lo crea. Cuando engaño a todo el mundo actuando o fingiendo ser lo que no soy, soy un hipócrita. Y he cruzado la delgada línea que separa el pensamiento crítico de la actitud crítica. Y ahí está el peligro, no solo para los académicos, sino para todos.
Pero, ¿no es pecado criticar a otro? La palabra española “criticar” deriva de la palabra “crítico”, que proviene del griego krites, que se traduce “juez”. Cuando criticamos a alguien, en esencia nos constituimos jueces y emitimos sentencia. Sin embargo, tal como nos recuerda nuestro texto de hoy, solo hay un Juez en el universo. Por ello, cuando te critico, ¡asumo la prerrogativa exclusiva del propio Dios! Y, lo mires por donde lo mires, hacer de Dios, juzgándote, es pecado.
¿Te acuerdas de la ley del Carpintero? Lo que criticas en los demás es invariablemente verdad sobre ti. Oswald Chambers explica esa verdad con gran claridad: “Todo lo malo que veo en ti, Dios lo encuentra en mí. Cada vez que juzgo, me condeno a mí mismo. […] Deja de tener una vara de medir para otras personas. En el bagaje de cada cual siempre hay un hecho más del que nada sabemos […]. Nunca he conocido a nadie a quien pudiera dar por perdido tras discernir lo que hay en mí fuera de la gracia de Dios” (My Utmost for His Highest, 17 de junio). Entonces, ¿por qué ser el crítico/criticón permanente de tu matrimonio, de tu congregación, de tu oficina, de tu escuela? Que Dios sea el juez, y que su paz sea contigo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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