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El corazón de los elegidos
“Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes”. 1 Pedro 5:7, DHH
¿UN
RETRATO DE JESÚS que nunca olvidarás? Aunque la última línea de la
reflexión de ayer es verdad, no concluyas, por favor, que cada desayuno
es un bufet de cinco platos. Hay mañanas, reconozcámoslo, en que el
desayuno no es tan espectacular. No es como para tirar cohetes ni para
proclamarlo a los cuatro vientos: solo un tazón de copos de cereales
que, al masticarlos, ni crujían ni hacían ruido en absoluto. Entonces,
¿renunciaremos a los desayunos? Todo el mundo sabe que no siempre le
sirven a uno un manjar cuando se sienta a desayunar.
Y pasa igual con la oración y el culto.
Habrá días en que el Espíritu sacudirá tu corazón o susurrará
profundamente en tu mente, y saldrás de tu oratorio revitalizado, lleno
de energía y listo para conquistar el mundo -o al menos ese día- para
Dios. Pero la oración también puede ser un pastoso cuenco de cereales.
No porque Dios nos haya fallado a ti o a mí, o porque el relato
evangélico nos haya resultado decepcionante, sino simplemente porque
somos humanos: nos dormíamos continuamente durante nuestro culto o nos
distraíamos sin parar por la agenda de un día que ya demandaba atención,
o estábamos demasiado molestos (léase: intranquilos, agitados,
disgustados, enfadados, culpables, preocupados, etcétera) por lo que
pasó ayer o anoche. Hay mil razones para nuestra frágil humanidad. Y
puede que todo lo que te sirvan hoy sea un tazón pastoso de gachas de
avena.
Pero eso está bien, porque Aquel con
quien has acudido a encontrarte y a quien has llegado a amar lo sabe
todo sobre nosotros, sus hijos, ¿no? ¿Riñe una madre amante a su hijo
por quedarse dormido a mitad de la frase? ¿Reprende un padre bondadoso a
su chiquillo de corta edad que interrumpe una y otra vez su
conversación? Entonces, ¿crees que a Dios le molestan nuestras
flaquezas?
¿Qué hacer entonces con esos desayunos no
tan suculentos? Habla con Dios sobre eso que hace que tu adoración o tu
vida se haya puesto “pastosa”. Dile que estás cansado, molesto,
preocupado durante el día. Cuéntale que te sientes culpable por ayer.
Cuéntaselo todo. Ya lo sabe, así que, ¿por qué simular que estás
comiendo un manjar con él cuando no son más que gachas pegajosas de
principio a fin? Habla con él. ¿Qué podría dar más gozo al corazón de un
padre? Echa todas tus cuitas sobre él; realmente se interesa por ti. Y,
¿quién sabe? ¡Quizá los cereales pastosos formen parte de su estrategia
de dejarte realmente hambriento para lo que ya ha planeado para el
desayuno de mañana!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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