enero 17, 2014

Charles Fitch: un hombre con mucho celo | Matutina (A)

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Porque me consumió el celo de tu casa.
Salmo 69:9.
En 1838, un ejemplar de las charlas publicadas de Miller sobre la Segunda Venida cayó en manos de Charles Fitch, un pastor presbiteriano, y abolicionista, de cierta importancia.
“Lo estudié”, escribió a Miller el 5 de marzo, “con enorme interés, como nunca sentí con ningún otro libro, salvo la Biblia. Lo comparé con las Escrituras y con la historia, y no encuentro nada en donde depositar ni una sola duda con respecto a la exactitud de sus opiniones”.
Fitch, fiel a su carácter entusiasta y sincero, no quedó satisfecho con solo la lectura. En poco tiempo, había leído seis veces el libro de Miller, al notar que su “mente estaba muy abrumada con el tema”.
Impulsado por el mensaje de Miller, inmediatamente “escribió a la gente de Boston y le predicó” acerca de su nueva fe. Al predicar sus dos primeros sermones sobre las creencias de Miller el 4 de marzo, escribió, eufórico, a Miller al día siguiente, diciendo que deseaba ser “un vigía en los muros”; que quería “dar el toque certero con la trompeta”.
Como paso importante al desempeñar su papel con fe, Fitch anunció a Miller que al día siguiente, 6 de marzo, estaba programado que él leyera un documento sobre la doctrina adventista ante la Asociación Ministerial de Boston. Pero, a veces, el entusiasmo excede al conocimiento y la sabiduría. Y eso ocurrió con Charles Fitch el 6 de marzo de 1838. El predicador entusiasta, que apenas había tenido tiempo de examinar la doctrina por su cuenta, se sintió intimidado y sorprendido por la respuesta que recibiera.
Para sus colegas en el ministerio, eran “sandeces”. “Hubo muchas risas sobre el tema”, recordaba Fitch; “y no pude evitar sentir que me consideraban como un simplón”. Después de eso, dejó de predicar la proximidad del Advenimiento. Según dijo más adelante, “el temor del hombre me puso una trampa”.
Pero, no por mucho tiempo. En 1841, volvió a estudiar de la Biblia sobre el tema. Posteriormente, llegó a ser uno de los defensores más prominentes del movimiento. Fue el único de los principales predicadores del millerismo que no pasó por el chasco de octubre de 1844.
Mientras estaba en Búffalo, Nueva York, a finales de septiembre, bautizó aun grupo de creyentes en el helado lago Erie, durante un día frío y ventoso. Después de salir con la ropa mojada en dirección al lugar donde se hospedaba, dos veces regresó para bautizar a más candidatos.
La exposición prolongada lo llevó a enfermarse, y a morir el 14 de octubre. Pero, ni siquiera su muerte inminente ahogó el fervor del predicador de 39 años. Él sabía que “solo tendría que dormir un poco, antes de despertar en la mañana de la resurrección”.
 MATUTINA PARA ADULTOS 2014 “A MENOS QUE OLVIDEMOS” by: George R. Knight,
Imagen by: v3wall
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