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«Él […] quita reyes y pone reyes». Daniel 2:21
DE VUELTA AL HOGAR, By:Elena G. de White
LA BIBLIA ES LA HISTORIA más antigua y abarcante puesta a nuestra disposición.
Surgió de la fuente de la verdad eterna y una mano divina ha preservado su pureza a través de los siglos. Ilumina el lejano pasado en el cual en vano trata de penetrar la investigación humana. Solamente en la Palabra de Dios contemplamos el poder que fundó la tierra y extendió los cielos. Tan solo en ella hallamos el relato auténtico del origen de las naciones. Únicamente en ella se presenta la historia de la humanidad libre de prejuicios y del orgullo humanos.
En los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el levantamiento y la caída de los imperios, parecen depender de la voluntad y las proezas humanas. Los acontecimientos parecen ser determinados, en gran parte, por el poder, la ambición o el capricho humano. Sin embargo, en la Palabra de Dios se descorre el velo, y podemos advertir detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las pasiones y el poder de los seres humanos, los agentes del Ser misericordioso, que ejecutan silenciosa y pacientemente los designios de su divina voluntad.
La Biblia revela la verdadera filosofía de la historia. En las palabras de belleza inmaculada y ternura que el apóstol Pablo dirigió a los filósofos de Atenas, se expone el propósito que tenía Dios al crear y distribuir las razas y las naciones. Él «de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarlo, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros» (Hech. 17: 26,27). El Señor declara que cualquiera que lo desee puede «entrar en los vínculos del pacto» (Eze. 20: 37). Al crear la tierra, su propósito era que fuese habitada por seres cuya existencia fuera una bendición para sí mismos y para los demás, y que honraran a su Creador. Todos los que quieran pueden identificarse con este propósito. De ellos se dirá: «Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicará» (Isa. 43: 21).
El Señor ha revelado en su ley los principios básicos de la verdadera prosperidad, tanto de las naciones como de los individuos. «Porque esta es su sabiduría y su inteligencia», declaró Moisés a los israelitas, refiriéndose a la ley de Dios. «Porque no es algo que ustedes puedan tomar a la ligera; esta ley es vida para ustedes» (Deut. 4:6, RVC; 32: 47, DHH). Las bendiciones prometidas a Israel, se ofrecen, en las mismas condiciones y en igual magnitud, a toda nación y a todo individuo que existe debajo del cielo.— La educación, cap. 19, pp. 157-158.
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