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Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria. ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.
Salmo 73:24-25
La consejería psicológica intenta apoyar emocionalmente a personas que sufren de algún tipo de confusión, y que por sí mismas son incapaces de encontrar soluciones para sus problemas. Un profesional de la salud mental es alguien que intentará orientar, abrir nuevas opciones y dirigir la conducta de sus aconsejados con el fin de que manejen sus preocupaciones en forma apropiada, y aprendan a vivir con equilibrio y hábitos que potencien la serenidad y el bienestar.
Las estadísticas muestran que millones de personas en todo el mundo acuden a diario a estos profesionales. El campo de trabajo de dichos consejeros es cada día más amplio, e incluso es frecuente encontrarlos en la plantilla de instituciones sanitarias tanto públicas como privadas.
Creo que Dios los utiliza para ayudar a los demás, y que ellos probablemente constituyen una muestra de esa hermosa gracia que recibimos cuando el Señor mismo se ofrece a ser nuestro consejero: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti” (Sal. 32:8). ¡Qué maravilloso es saber que Dios es nuestro “Consejero admirable”! (Isa. 9:6). Sus consejos son perfectos, santos, y nos los ofrece con un amor incondicional.
Mientras leemos su Palabra y oramos, conoceremos su voluntad y sabremos exactamente qué hacer incluso en medio de la tribulación y del dolor. “Dichosos los que me escuchan y a mis puertas están atentos cada día, esperando a la entrada de mi casa” (Prov. 8:34).
La consejería de Dios aporta una dimensión espiritual que está ausente en la práctica de los consejeros profesionales no cristianos. Ese elemento espiritual nos acerca a Dios, nos vigoriza, genera nuestra capacidad de lucha. Gracias al mismo, sabemos que no estamos solas y que podemos con propiedad exclamar: “Yo sé que mi Redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte” (Job 19:25).
Amiga, si en este día te sientes algo perpleja a causa de alguna difícil situación que estás encarando, haz una cita con tu Consejero celestial. En tu recámara, dile: “Yo soy pobre y estoy necesitado; ¡ven pronto a mí, oh Dios! Tú eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores, Señor!” (Sal. 70:5).
MATUTINA PARA LA MUJER “ALIENTO PARA CADA DÍA”
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